3 de noviembre de 2014

Beating a dead horse


Quienes no tuvieron oportunidad de asistir al I Seminario internacional sobre los retos de la enseñanza del árabe integrado, celebrado los pasados días 16 y 17 de octubre en la Universidad de Murcia, pueden ahora ver el vídeo de la primera sesión del mismo, que la organización ha hecho público, y que incluye la conferencia inaugural del profesor Munther Younes, bajo el título "Una o dos lenguas: cómo resolver el problema de la diglosia en clase de árabe". Yo que la tenía, pero no en cambio mejor manera de distanciarme de los organizadores que hacer deliberado y público acto de ausencia, he estado viéndolo y tomando algunas notas que dan cuerpo a esta entrada. Vaya por delante mi mayor respeto hacia quienes hacen de la didáctica del árabe un tema serio, sugestivo y digno de discusión, como es el caso del protagonista de este seminario, pero también mi mayor desprecio por quienes hacen todo lo contrario y creen, como el del dicho marroquí, que «فلوسي كيغسلوا لي كفوسي».

Al profesor Younes, a juzgar por las intervenciones de algunos asistentes, se diría que lo han invitado a Murcia para convencerlo de que marroquí y árabe normativo no pueden enseñarse integradamente, como hace él con el árabe levantino; para convencerlo a él o para justificar más bien la convicción, quizá no muy sincera, de otros. Es digno de ver como por un momento todo parece girar en torno a la dificultad de escribir el árabe marroquí, hasta el punto de que incluso a quien me ve hacerlo todos los martes y jueves con toda sencillez, siguiendo el mismo criterio ortográfico de Younes (que es, básicamente, el de Buckwalter y Maamouri, o el del novelista marroquí Youssef Fadel), le parece imposible. Poco importa que la escritura del dialecto no desempeñe función alguna en este enfoque, donde se reserva para las anotaciones dirigidas al profesorado, como advierte Younes (min. 1:24:00; 1:27:00): ya el programa del seminario, como adelantaba en mi acta de ausencia, pontifica, ignoro sobre qué interpretación del enfoque integral, que una de las dos dificultades "más importantes", de entre las "muchas" que hay para implantarlo en España, es "que el árabe marroquí todavía [sic] no ha normalizado su escritura". De ahí a querer ver entre éste y el árabe normativo una diferencia tal que imposibilitaría la aplicación del enfoque integral (de lo que el propio Younes no parece muy convencido), sólo hay un paso: un paso atrás, a mi modo de ver, en la línea de tantos otros que veo últimamente a mi alrededor. Porque si hay algo que algunos de los asistentes parecen no querer entender, por más que el conferenciante se esfuerza en ilustrar, es que las dimensiones de la diglosia, aunque sólo se alude a las léxicas, pueden agravar o aligerar su aplicación, pero no invalidan ninguno de los principios del enfoque.
The percentage of cognation between the varieties and Cb [Casablancan Arabic, 68%] is below the 70% requirement for the two to be still considered varieties of the same language; this is not to say that they are different languages but rather separate languages.
---Frederic J. Cadora, "Lexical Relationships among Arabic Dialects and the Swadesh List", Anthropological Linguistics, 18:6 (1976), p. 254.

Tampoco el árabe levantino (شامي), huelga recordar, goza de una ortografía normativa y ello no le ha impedido a Younes desarrollar y llevar a la práctica su propuesta. En cuanto a la segunda gran "dificultad" a la que alude el programa, la necesidad de "una urgente formación del profesorado", ya en la presentación de la conferencia el profesor Waleed Saleh nos invita a "entender las circunstancias" de los partidarios del método de "Lectura [sic, por Gramática]-Traducción", hoy, en su opinión, prácticamente extinguidos, y que "no tuvieron oportunidad de convivir en países árabes, con el pueblo árabe, con las sociedades árabes", por lo que "de alguna manera [...] hay una justificación para ello". Lo cierto, sin embargo, es que décadas y décadas de oportunidades (que siempre han existido, no nos engañemos) no sólo no han traído consigo los resultados que dicha relación entre convivencia y renovación metodológica haría esperar, sino que han demostrado además que, en gran medida, la enseñanza del árabe sigue siendo la misma bajo el barniz de las distintas metodologías de moda, y no porque no haya cambiado el perfil del estudiante, que lo ha hecho, sino porque el del profesorado le va muy a la zaga, como va, y no por casualidad, a la zaga del de otras lenguas extranjeras, particularmente en formación, pero también en vocación. En definitiva, cuando no se quiere buscar ni encontrar, no ya responsables con nombres y apellidos, que es al fin y al cabo lo de menos, sino las verdaderas causas de una situación, se apela a las socorridas e ineluctables circunstancias, aun cuando, salvo que entremos en las estrictamente personales, no expliquen, p. ej., por qué Codera y Lerchundi, ambos nacidos en 1836, uno en Huesca y el otro en Guipúzcoa, y que coincidían de un modo u otro en que "es muy raro el moro que se presta a enseñar a un cristiano", desembocaron sin embargo en un conocimiento y una pedagogía del árabe muy distintos.

Confiesa Younes al final de su exposición (min. 1:54:58), consciente de que sus palabras pueden incomodar a muchos, que él "personalmente, como lingüista", cree que la diglosia no es una situación sana ni natural, que es pésima, dañina, y que confía en que no se prolongue mucho más. El árabe normativo (الفصحى) cuenta con un respaldo económico, político, religioso e histórico, pero está muerto, añade, e identifica a quienes tratan de resucitarlo sin cesar con un dicho en inglés: "Beating a dead horse". No tienen en cuenta el daño que causan imponiendo esta lengua: destruyendo, p. ej., el sistema educativo y acabando con la creatividad de la gente, que por su parte asume los prejuicios lingüísticos sin discusión y se suma a una vorágine sin resultado. Alguien en la primera fila, entre el público, asiente satisfecho, pero nadie advierte que la lengua normativa no sólo lleva siglos expirando, sino que en los últimos hasta parece haber recuperado el pulso, y sobre todo que no basta con desahuciarla (éste sí un fenómeno reciente) para que la familia se incline por la eutanasia. En su ubicuo y seminal "Diglossia" (Word, 15, 1959, p. 325-340), Charles Ferguson pronosticaba "[a] slow development toward several standard languages, each based on an L[ow] variety with heavy admixture of H[igh] vocabulary" (p. 340), pero dicho desarrollo sería tan lento que abarcaría al menos dos siglos, hasta el año 2150. Entretanto, que sepamos, el único proceso histórico que ha disuelto la diglosia árabe ha sido la conversión al cristianismo, aunque la rama árabe oriental de éste, como en cierto modo trataron de argumentar, en balde, Ignacio de las Casas o Nuñez Muley, es la mejor prueba de que no existe un verdadero, o al menos insalvable, antagonismo. De hecho, el árabe normativo debe una buena parte de la reanimación que experimenta desde finales del XIX a autores cristianos.

La sinceridad de Younes es de agradecer, aunque la suya en este caso sea realmente una opinión más personal que de lingüista. Habrá no obstante una vez más, y pese a la paridad que él mismo concede en su enfoque a ambos tipos de árabe, quien asocie la promoción, en este caso didáctica, del árabe dialectal con un menoscabo del normativo, con una falta de soltura en él (el propio Younes —min. 1:10:00— pone a Waleed Saleh, a su derecha, como ejemplo contrario al de una mayoría del profesorado en EE.UU., nativo pero educado en inglés o en francés, que no la tiene); e incluso, como comentaba en la primera entrada a propósito de este seminario y menciona el propio Younes durante la charla, con toda clase de conspiraciones neocolonialistas. De esa asociación, por descontado, no se puede responsabilizar a Younes, pero sí sería un tanto irresponsable, desde mi punto de vista, ignorarla. Cuando él mismo afirma (min. 1:56:32) que el árabe normativo se va a quedar como está hasta que la gente encuentre "una solución razonable", algo que surja de ellos mismos y no sea una imposición u obligación, parece querer decir, y no es el único, que la diglosia es ante todo el resultado de "una situación de opresión", lo que desde un punto de vista sociolingüístico resulta, en mi humilde opinión, algo más que discutible. Que las élites, casi siempre hipócritas en sus afectos y desprecios, arrimen el ascua de la diglosia a su sardina, o la aparten según convenga, no convierte el fenómeno en un artilugio de su invención, ajeno al resto de la sociedad, y buena prueba de ello es que esas asociaciones o percepciones de amenaza, no siempre desencaminadas, no sólo operan de arriba a abajo.

En este mismo sentido, es interesante, como señalé ya hace tiempo en otra entrada, que para Younes la causa principal de que la enseñanza del árabe como lengua extranjera haya desatendido el dialecto (min. 27:50) sea el prejuicio lingüístico de sus hablantes. Y es interesante, digo, porque Younes parece obviar el hecho de que dicha enseñanza surge y se desarrolla en Europa, desde al menos el s. XIII, al margen de la ideología que alimenta ese prejuicio, pero no de otras que tienen hoy cierto eco en esa desconfianza. Hasta tal punto es así que la primera gramática conocida de un dialecto árabe, el granadino, se publica en aquella ciudad a comienzos del s. XVI con la voluntad expresa de "que cualquiera que tenga aún mediano entendimiento, [...] pueda alcanzar noticia de ella" (Pedro de Alcalá, Arte para saber ligeramente la lengua arábiga, Granada, 1501, p. 4) con el fin de ayudar a evangelizar a los musulmanes del reino. No en balde, ya en uno de los primeros episodios conocidos de esta actividad, la polémica de Ibn Rashiq (ابن رشيق) con un religioso cristiano en la Murcia de la primera mitad del XIII, recogida por Al-Wansharisi (الونشريسي) en su Piedra de toque diserta (المعيار المعرب), el cura de la anécdota, que en mi opinión podría identificarse con el dominico Domingo Marroquí, profesor de árabe de Rufino de Alessandria (cf. A. Giménez Reíllo, "El árabe como lengua extranjera en el s. XIII: medicina para convertir", en Clara Mª Thomas y Antonio Giménez, eds., El saber en al-Ándalus. Textos y estudios IV, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2006, p. 184), aparece tratando de rebatir la milagrosa inimitabilidad del estilo coránico, lo que le lleva a señalar a un joven Ibn Rashiq cómo desde los tiempos del célebre Al-Hariri (الحريري), "pasados los años y los siglos, la correcta lengua de los árabes se ha ido extinguiendo y viéndose corrompida" («ثم مضت السنون والأحقاب، وانقرض لسان العرب الصحيح، واستولى عليه الفساد»), en una clara alusión, qué duda cabe, al fenómeno de la diglosia. El tema se repetirá en el célebre Vocabulista in arabico y en una ilustración del Breviculum de Tomás Le Myésier, protagonizada por Ramón Llull y su esclavo y profesor de árabe, quien acabaría, según la tradición, atacando a su amo después de que éste lo golpeara por blasfemar, y finalmente ahorcado en su celda (viñetas 2ª y 3ª):

Pero no es necesario, sin embargo, remontarse tan atrás para comprender que las cortapisas ideológicas de orientalistas, arabistas, etc., en cuyas manos se ha encontrado y se encuentra aún en gran medida la enseñanza del árabe como lengua extranjera, han sido y siguen siendo una causa tanto o más relevante que la aducida por Younes, y es que el árabe dialectal, eminentemente oral y práctico, nunca ha podido, resumiendo mucho, adquirirse ni enseñarse de un modo tan libresco como el normativo. Exige una proximidad, una mezcla que ya los padres del arabismo español, Codera y Ribera, sentenciaron imposible pese a la abundancia de evidencias y antecedentes en contra (como el de Clenardo y otros), y a la que generaciones posteriores se han prestado, es cierto, gracias a un aumento del número de becas, pero a menudo con una actitud no muy distinta de la del turista con ínfulas de aventurero, cuando no teñida aún de la aversión de García Gómez o el recelo de sus maestros, como deja entrever la relación directamente desproporcionada entre los resultados y el incremento exponencial de las oportunidades de comunicarse, a las que se refería Waleed Saleh (y sin salir de España, donde en 2013 vivían más de 829.000 árabes, según datos de Eurostat).

Azotar a un caballo muerto no es menos inútil que lo que algunos venimos haciendo en el terreno de la enseñanza del árabe como lengua extranjera en España: "predicar en desierto y majar en hierro frío"; salvo que ni la prédica ni el mazo son los mismos, y que al Estado, también dicho sea de paso, unos le salimos bastante más económicos, honestos y sensatos que otros.

Munther Younes ha publicado recientemente The Integrated Approach to Arabic Instruction (Routledge, 2015), en cuyas 66 páginas aborda, como en trabajos anteriores, la situación sociolingüística de los países árabes, los cambios en el perfil y necesidades del alumnado, y cómo se ha respondido hasta ahora a los mismos, para exponer a continuación los fundamentos de su enfoque integral, concebido a lo largo de las discusiones que mantuvo a finales de los 80 con Michel Nicola, del Defense Language Institute de Monterrey, según desvela en la tábula gratulatoria de la obra; y examinar y discutir, por último, las objeciones que suelen planteársele, dos fundamentalmente: qué dialecto elegir y la confusión que la exposición a la diglosia crea en los alumnos. A ellas tal vez convendría añadir ahora una tercera: hay dialectos tan diferentes del árabe normativo, como supuestamente el marroquí, que hacen la integración imposible. Younes, en repetidas ocasiones a lo largo de su conferencia, se manifiesta incapaz, por su desconocimiento del árabe magrebí, de formarse un juicio al respecto. Yo a quienes creen encontrarse en mejor posición que él los invitaría a considerar cómo se cuenta del uno al veinte y cómo se dice 'puerta', 'libro', 'estudiante' y 'patata', o el nombre de los países árabes (el contenido y objetivo básico de sus primeras clases, según refiere él mismo) en marroquí o en cualquier otro dialecto norteafricano.

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