22 de abril de 2015

Palabra de arabista

En R. Arévalo, Ejercicios progresivos de árabe: el que se habla en Marruecos, s.l., s.d., p. 17.
La enseñanza de los mogataces jóvenes debe hacerse prescindiendo de toda idea de españolizarlos; antes al contrario, España, que tiene superior cultura sobre Marruecos, es la que debe poner las cosas al alcance de sus colindantes. Yo establecería la enseñanza de la academia en árabe, con lo cual acudirían a ella con preferencia los jóvenes que van a estudiar a Gibraltar o a Bruselas, y se esparcería por el Mogreb una semilla de españolismo fundada en las ideas, más duradera y fructífera que la que resulta del uso de una lengua. A nosotros es a quien toca aprender la suya, y por eso querría que todos los empleados, que todos cuantos españoles pasaran por allí con algún cargo, fuesen con la condición precisa de saber el árabe, cosa por demás sencilla en España, donde hay muchos medios de aprenderlo. A propósito de esto he de combatir la idea de que el árabe literario es diferente del hablado por el vulgo, lo cual no es cierto, no es distinta sino la impresión que hace al oído, como difiere el andaluz del asturiano. Quien sepa el idioma literario, en muy pocos días entiende perfectamente la lengua de aquellos naturales, con la ventaja de poseer el árabe que usan los hombres de ciencia, en que se escriben los libros, en que se redactan los documentos oficiales. Por eso mismo, habría que enseñar el árabe literario a los mogataces jóvenes, para que fueran desde Ceuta al país interior bien educados y con superioridad intelectual, debida a la influencia española; y no creáis que el árabe es enfadoso de aprender y áspero de pronunciar; no, señores, es una lengua fácil, os lo aseguro bajo palabra, es dulce al oído, sin vocales de media tinta, ni choque o acumulación de consonantes.

No menos conveniente sería atender algo al cultivo del idioma berberisco, único que entienden los rifeños, como gran número, si no es la mayoría, de tribus mogrebíes; y España, sacando de la oscuridad en que yace envuelto el dialecto xeloj, que es más puro que el de las cabilas argelinas, prestaría a las letras un servicio de gran importancia, que sería reconocido en Europa. Aproximando por medio de la lengua a los españoles y a los marroquíes, es como podemos tener verdadera comunidad de miras e intereses.
---Eduardo Saavedra y Moragas, en Intereses de España en Marruecos. Discursos pronunciados en el meeting de la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas celebrado en el teatro de la Alhambra el día 30 de marzo de 1884, Madrid, 1884, p. 82-83.